El futuro del IED
Los cincuenta años de historia del IED aportan una serie de enseñanzas muy precisas sobre los aspectos teóricos del proyecto y sobre los momentos precisos de transformación del conocimiento en un «saber y saber hacer», donde por «conocimiento» se entiende, en general, la capacidad de dar respuesta a las preguntas; mientras que por «saber» se entiende a la capacidad de orientarse, organizarse y elegir la mejor entre las muchas respuestas proyectuales posibles. Partiendo de esta base tan sólida es posible profundizar en algunos temas que, como es lógico, siempre quedan en los pliegues de una institución; también otros temas que tienen que ver con las decisiones estratégicas de cara a conseguir una auténtica diferenciación cualitativa del IED respecto a sus competidores.
Una primera cuestión tiene que ver con la alteración de los espacios territoriales y sociales que plantean la globalización y la propia estrategia de desarrollo internacional. Este asunto es especialmente complejo en el caso de Italia, dado que «los estudiantes extranjeros vienen para no quedarse», y esto resulta problemático cuando el propio IED va a otros países como un «extranjero que se queda». Es cierto que vamos para hacer «negocios», ¿pero con qué actitud cultural?, ¿para afirmar nuestra identidad y los valores culturales italianos que el IED considera útiles también para esos países?, ¿quizá para adquirir a través de su propio método de funcionamiento una nueva identidad «mestiza» que le permita dialogar con el nuevo contexto en que se inserta? Esta última hipótesis parece, a la luz de los hechos, la más creíble. En todo caso, se trata de una cuestión que nunca se ha encarado, al menos oficialmente, y que exige una respuesta muy clara, ya que implica decisiones operativas y modos muy determinados y comunicables que constituyen, por otro lado, la preferencia por unos valores que marcan nuestra diferencia.
Por ejemplo, el IED de Brasil resulta un case history muy interesante, ya que, tras unos años de gran esfuerzo, hoy intenta unir lo mejor de una tradición y una cultura sofisticada, como es la del Design italiano, con la vitalidad y la originalidad intrínsecas a la cultura brasileña. Estamos, en definitiva, hablando de globalización, de los nuevos colonialismos a cargo de la hipertecnología y de la necesidad de que cada uno asuma en el mundo global sus propias responsabilidades y diseñe, proyecte, su propia sociedad y su forma propia de democracia.
En este sentido, una identidad «mestiza» parece la más coherente para una institución internacional e intercultural que debe tener muy claro cuáles son sus límites y cuáles los de las diferentes identidades en juego, para así concebir una estrategia igualmente clara y para concretar un proyecto factible, nunca indiscriminado, en el marco de las condiciones dadas. Sobre todo si se piensa que en términos de formación el IED tiene una historia reconocida, que podríamos calificar como satisfactoria, por encima incluso de las expectativas de los estudiantes, unas expectativas que pueden entenderse en dos sentidos: uno lúdico, en tanto aprenden y se divierten; y otro consistente en la conciencia de que el IED les proporciona instrumentos para habitar su presente.
Una nueva cultura del IED es posible, siempre que se caracterice por la clara presencia teórica y programática de un nuevo paradigma (el mestizaje, producto de su propio desarrollo) y por su interacción con la red internacional IED Alumni, que permitirá extraer un mayor provecho del patrimonio de saberes acumulados o presentes (hablamos de miles de docentes y antiguos alumnos) sobre proyectos culturales de gran trascendencia.
Otro de los aspectos que ha de definir esta nueva cultura del IED es la evolución desde la estructura didáctica existente hacia una relación más intensa con el mundo externo. Actualmente, en la dimensión didáctica existe solo un pequeño componente experimental; éste viene acompañado de una relación de orden funcional-económico con las empresas, si bien ocupa un lugar secundario. Una mayor integración con el mundo empresarial y una mayor preocupación por la experimentación están destinados a convertirse en los futuros cimientos del desarrollo del IED, razón por la cual pensamos en una institución donde las diferentes escuelas tengan la oportunidad de mantener una relación estrecha, donde los laboratorios no sean islas separadas, sino que se integren y sean el auténtico núcleo de la institución, donde los diversos modos del hacer y del crear sean lo más interrelacionales posible. Nuestro modelo debe parecerse al del taller, a la bottega renacentista.
También nos parece hoy ineludible un e-learning entendido como foro cambiante de usuarios y como factor de integración y potenciamiento de nuestras escuelas, si bien teniendo siempre presente la distinción entre un conocimiento codificado, transmisible mediante instrumentos tecnológicos y un conocimiento tácito, transmisible únicamente a través de la figura del docente en persona.
Puede pensarse también en cuál debe ser el uso apropiado de los laboratorios ante estos nuevos modos de formación que comportan simultáneamente cercanía y distancia. El laboratorio debe asumir, sin duda, una mayor importancia de cara a experimentar e investigar con un nuevo método didáctico de tipo dialógico, centrado siempre en el alumno, abandonando el método de la transmisión, que se centra en el docente. Este carácter «diferente» de la orientación de nuestra didáctica traerá consigo importantes consecuencias, pero bien podría convertirse en una de las claves del futuro del IED.
En un lapso muy breve de tiempo las tecnologías y las finanzas han acabado cambiando el horizonte de referencia de una realidad que hoy por hoy resulta ciertamente difícil de interpretar; ambas realidades han alterado también el papel y la importancia de muchas disciplinas, como por ejemplo la Biología o, sin ir más lejos, el Design. Este último ya se había planteado su salida del limitado ámbito de la producción de manufacturas, pero su auténtica emancipación ha acontecido solo en los últimos años. Sin lugar a dudas, el Design es reflejo y consecuencia de una cultura democrática que presta mucha atención a lo que proviene de abajo, pero quizá su verdadera razón de ser se encuentre en la extensión de la idea de proyecto a muchos ámbitos diferentes que implican saberes igualmente diversos. En este sentido, se hace necesaria una reformulación «política» del Design, una nueva utopía que nos permita visualizar el futuro y contemple la utilización de una serie de herramientas cuya existencia hace apenas cincuenta años ni siquiera podíamos imaginar. Los jóvenes que estudian en el IED son el motor de este cambio y somos nosotros quienes debemos mostrarles el camino. Esta nueva utopía, que presenta un horizonte común a todas las disciplinas, recibe el nombre de «Medio Ambiente». El Design, con su método tan racional como intuitivo, con la amplitud de sus procesos, que han ampliado más allá de todo límite su campo de acción, se instituye como la disciplina más idónea para encarar y perseguir esa utopía.
En este sentido, sería útil un planteamiento inclusivo de los antiguos y nuevos ámbitos del Design para así encontrar qué criterios formativos han de adoptarse. Bajo esta perspectiva, la cuestión de una escuela de la sostenibilidad (entendida ésta en todas sus valencias y no solo en la medioambiental) podría ser una iniciativa realmente vanguardista, si se sigue con rigor y no solo como una operación de marketing.
Teniendo en cuenta que la “máquina” IED ya da muestras de su buen funcionamiento, podríamos plantearnos ciertas innovaciones, siguiendo unas prioridades compartidas con el Consejo de Administración. Por ejemplo, una primera intervención podría centrarse en las ofertas didácticas de cada sede, adecuando lo ya existente a las nuevas perspectivas; una segunda, más radical, consistiría en revisar nuestros fundamentos teóricos y estrategias en función de un futuro posible frente a la realidad presente. Consideramos que esbozar, siempre en colaboración con todas las instancias que componen el IED, las líneas maestras de lo que queremos ser mañana constituye sin duda la aportación esencial del Comité Científico del IED.