Cargando Cargando

Design

  • Position Paper
  • "Hacia un nuevo IED"
  • Número 01 - 8 de junio de 2018
Comitato Scientifico
  • Comitato Scientifico

Esta fase actual de transición histórica en que nos encontramos, marcada por la crisis de las viejas ideologías y del antiguo sistema económico, se caracteriza, de un lado, por un enorme desarrollo científico y tecnológico sin precedentes; de otro, por la inadecuación que exhiben los sistemas de gestión y control políticos, los cuales oscilan peligrosamente entre lo particular, el populismo reaccionario, y la utopía, tan paradójica como realista, del bien común global. Sin duda, el mundo se nos presenta cada vez más pequeño y los problemas que suscita cada vez más complicados, pero no es menos palpable la existencia de cierto impulso, ya milenario, hacia una mayor integración, al que bien podríamos llamar «cosmopolitismo», entendido como unificación de razón y naturaleza en nombre del bien común.

Ante este panorama, ¿qué papel desempeña el Design?, ¿cómo esbozar su futuro?. El Design y la técnica han venido dialogando siempre en función de la democratización tanto del consumo como de una estética entendida como un valor extendido a todas los esferas de la vida humana. En este sentido, el Design representa la humanización de la tecnología, entendiendo como humanización considerar al hombre, sus necesidades materiales e inmateriales, como punto de referencia, al hombre en la dimensión social, cultural y simbólica que le es propia, concreta. Es imprescindible tener en cuenta estos factores, pero esta actitud no será suficiente a menos que vaya de la mano de otorgar la relevancia debida a la calidad intrínseca, a la originalidad creativa y a la particular dimensión creativa, en tanto opuesta a la fetichización de los bienes de consumo. El Design italiano se caracteriza inequívocamente por esta dimensión humanística, siempre en actitud de diálogo continuo, constructivo y crítico, con la industria, en una primera fase limitada al mundo de la automoción, la decoración y la moda, para ampliarse después a la electrónica, la comunicación, los servicios o la autoproducción.

El Design concierne ahora a un campo muy amplio de aplicaciones. La causa que muy probablemente explique esta realidad es la multidisciplinariedad transversal de su método, orientado a la constante innovación de sus productos y a la consolidación de ese nuevo mantra tan propio del cosmopolitismo: competir colaborando. Esta extraordinaria evolución del Design coincide con la cada vez más amplia difusión de los medios digitales, cuyo uso ha cambiado incluso la manera misma de concebir la disciplina. De hecho, las nuevas generaciones, influidas por la desindustrialización, han encontrado en el ordenador su instrumento único de proyección social, subvirtiendo los modos tradicionales del proyecto, la producción y la distribución y generando nuevas oportunidades creativas con el uso de las nuevas tecnologías open source y de relaciones peer to peer.

 

 

Asistimos, por un lado, a la creación constante de nuevas formas de capitalismo molecular y personal, caracterizadas por la existencia de miles de pequeñas, incluso minúsculas, empresas capaces de resistir a la competitividad gracias a su carácter flexible, y de optimizar sus conocimientos y habilidades. Por otro, somos testigos de una progresiva hiperconcentración de la industria en unas pocas marcas de ámbito global. Estos dos factores, junto al enorme número de las tradicionales pequeñas y medianas empresas, son los tres principales condicionantes de la formación en el Design.

En otro orden de cosas, la presencia de un carácter abierto y multi-relacional, condicionado fuertemente por la comunicación y el marketing ha cambiado incluso la idea de lo «Nuevo». Tiempo atrás los diseñadores descartaban a priori todo lo que podía sonar o recordar a lo ya existente, todo lo que podía ser tachado de mera copia. Hoy día la preocupación del joven diseñador ha cambiado: ¿Qué podemos hacer con los medios de los que disponemos?, adoptando como praxis, hasta ahora inédita, la llamada «postproducción» importada del ámbito del visual design. Ya no se parte de intentar dar una nueva forma a los diversos materiales usando el lenguaje de cada personalidad poética individual, sino de recombinar y transformar las formas ya existentes, de las que ese inmenso catálogo que es internet da exhaustiva cuenta. Esto ha dado lugar a una reducción drástica de la calidad innovadora del proyecto y de la emergencia de personalidades, de genios reconocidos y reconocibles en un perímetro cultural también muy reducido.

No se generan nuevas formas y nuevos lenguajes: los nuevos creativos no se preocupan por la cuestión del lenguaje subjetivo; ahora se reutiliza lo ya pensado, recombinándolo, como hacen los deejay o veejay, quienes reinventan lo que ya existe usando nuevos contextos, que, en este caso sí, son completamente originales. Hablamos de una estética del mezclar y del repetir, en un horizonte cultural consistente en la elección y en la creación de algo que es otro, pero con materiales ya existentes. Así las cosas, lo «Nuevo» no debe entenderse como lo original, lo que nunca antes se había visto, sino como parte de un cultural mix que ya formaba parte de un patrimonio colectivo; como resultado de entender el pasado como fuente de materiales utilizables para inventar  e interpretar el presente. Es la reconfiguración de un pasado reducido a teselas de un mosaico que interpreta un presente sin historia. En este sentido, el lenguaje original del otrora genio creador individual se ve superado por un lenguaje colectivo orientado a las masas que transfigura lo original en una forma reconocible para la mayoría. Ante una situación como esta, se hace necesario dotar a los jóvenes diseñadores de una capacidad investigadora capaz de encontrar e interpretar en medio de la gigantesca galaxia digital las coordenadas cognitivas, conceptuales y creativas que estimulen tanto su pensamiento lógico-racional como el lateral, coordenadas en las que, y de las que, encontrar el sentido de su propia tarea.

Esta nueva dimensión estética colectiva es consecuencia de los instrumentos que la tecnología pone a nuestra disposición, una tecnología que gravita en torno a una atmósfera cultural y creativa de la que forman parte disciplinas como la Filosofía, la Ciencia, el Arte, la Arquitectura, el Design, el Medioambiente, la Biología, la Antropología… en un proceso continuo de «flexibilización de lo posible» (un benchmarking aplicado a todo), donde cualquier cosa «en relación con» supone solo uno de los muchos aspectos que condicionan nuevas formas de existencia y comportamiento, en busca de una subjetividad que entra en juego inventando, precisamente, el espacio de lo «posible». Frente a esta tendencia generalizada, los diseñadores que trabajan con criterios más tradicionales o que dirigen su atención a nuevos ámbitos de aplicación, como los servicios, los procesos de producción, el sector agro-alimentario, etc., constituyen una excepción.

La hibridación de los diferentes programas tecnológicos, de los lenguajes, de la idea misma de trabajo y de esta nueva realidad tecnológica, social y existencial, se encuentra en la raíz del surgimiento de nuevas profesiones, de las cuales muchas de ellas nos conciernen.

Un reciente estudio de Fast Future, llevado a cabo por una veintena de investigadores por encargo del Gobierno británico, ha elaborado una lista de las nuevas áreas profesionales tomando como referencia el año 2030. He aquí algunas de estas profesiones, sin duda alguna competencia directa del Design: el arquitecto-designer dedicado a la colonización del espacio exterior; el diseñador de medios de transporte alternativo; el Narrowcaster, es decir, el especialista que trabajará en sinergia con suministradores de contenidos y agencias publicitarias para crear productos visuales confeccionados a medida de las exigencias específicas del público; o también el Personal Brander.

Ante este nuevo horizonte que el Design tiene por delante resulta enormemente imprudente ofrecer respuestas en abstracto; sin embargo, sí que podemos al menos encarar la cuestión en términos de lo que hoy nos parece claramente inapropiado. Si, por un lado, el saber especializado es siempre necesario; por otro, es igualmente necesario un saber que alcance todos los ámbitos paralelos que constituyen esa gran constelación que es el Design. «¡Derribemos los muros!» debería ser el imperativo de una escuela de Design que ofrezca nuevos programas o modifique los existentes para alcanzar un sólido conocimiento interdisciplinar.

Se hace necesario afrontar la cuestión de modo radical, programático, no coyuntural y, al mismo tiempo, investigar sobre los nuevos ámbitos de aplicación de nuestra disciplina. Con ello se conseguirá imaginar, idear el mundo en su conjunto, y no solo crear los objetos que lo habitan.

 

Es necesario dotar a los jóvenes diseñadores de una capacidad investigadora capaz de encontrar e interpretar en medio de la gigantesca galaxia digital las coordenadas cognitivas, conceptuales y creativas que estimulen tanto su pensamiento lógico-racional como el lateral, coordenadas en las que, y de las que, encontrar el sentido de su propia tarea